Fatigado por la ardua tarea de esparcir maldades
Añá detuvo su trajinar de milenios en la desembocadura
Del río Iguazú, bajo el Sol que calcinaba
Y en la siesta americana, los duendes quedaban remolones
Recostó su osamenta ígnea sobre el cauce
El Aguas Grandes le extendió su manto
Y Añá, ingratamente desaprensivo
Se sumió en la autotentación de beberse el agua cristalina
Abrió su bocaza volcánica
El Iguazú, violentamente defraudado
Despeñó en ella su furia líquida
Y el agua vencía al fuego una vez más
Desde las fauces del mismo infierno
Sacudió la tierra con rugidos telúricos
Añá quedó aprisionado
En los barrancos para siempre atrapado
Como lava bruscamente enfriada
El cuerpo de Añá se endureció
En la Garganta del Diablo, su último aliento
Y el río retornaba en espuma y niebla
Abrió su bocaza volcánica
El Iguazú, violentamente defraudado
Despeñó en ella su furia líquida
Y el agua vencía al fuego una vez más
Desde las fauces del mismo infierno
Sacudió la tierra con rugidos telúricos
Añá quedó aprisionado
En los barrancos para siempre atrapado
Es por esto que los Mbya-Guaraníes
Reconocieron el Yvymaraey
La Tierra Sin Mal que buscaban
En su peregrinar planetario
El río, el fuego, la guerra ancestral
Una victoria inmortal